Sorprendidos en la dantesca hecatombe
terrestre, después de la diáspora aún no habían puesto nombre al planeta
anfitrión. Allí, enfrentados a tantas lenguas había que hacer algo
para asegurar la supervivencia de la raza y crear un hábitat acomodaticio y
civilizado. La creatividad pronunció la última palabra. Ellos, la obra cumbre
de la creación cosmológica, manipularon el tiempo fabricándolo y almacenándolo
en las recién descubiertas dimensiones alternativas. Desencriptados ciertos
frescos celestiales, hallaron respuesta a numerosos interrogantes sobre los
orígenes de la humanidad. Al gravitar aprovechaban, incluso, los
recursos fisiológicos humanos de naturaleza muerta. Deposición tras deposición
crearon un conjunto arquitectónico en el asentamiento sideral. Y a la
sede, naturalmente cincelada al chantilly excrementicio, la llamaron
Etemenanki II.Y en ella lograron un idioma universal.
Mari Carmen Caballero
Álvarez
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