Disfrutó recorriendo las
calles de su infancia. Aquellos aromas, los colores y sonidos, nada tenían que
ver con el mundo actual. Tuvo mucho cuidado de no interferir en los
acontecimientos de aquel día, para no provocar ninguna repercusión traumática
en la linea espacio-temporal. Conocía las prohibiciones implícitas en el
contrato. Ella misma las había redactado para su obligado cumplimiento cuando
legalizaron su máquina del tiempo.
Controló todo perfectamente
hasta que, cerca de su antiguo colegio, distinguió a una niña de cabello
revuelto, caminando con la mirada perdida en el vacío y la única compañía de
sus libros. Entonces sintió la fuerte tentación de ofrecerle un par de buenos
consejos para mejorar su vida gris.
Se contuvo con gran
esfuerzo, pero no pudo evitar sonreír a la niña que un día fue, con un toque de
ternura y una gran nostalgia que empañó sus ojos, habitualmente fríos. Notó un
leve gesto de extrañeza en aquella niña, pero no le dio mayor importancia.
Cuando regresó al presente,
todo su mundo había cambiado..."
Un saludo.
Mª Carmen Castillo
Peñarrocha.
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