El ojo derecho me estaba
matando, así que me levanté de la cama. De camino al baño no dejaba de
frotármelo. Estaba húmedo e irritado. Al llegar me miré en el espejo. En un
principio pensé que se trataba de una legaña o alguna pestaña, pero era otra
cosa. Tenía una textura mucosa pero era firme y oscuro. Con cuidado lo cogí,
usando la punta de los dedos para extraerlo suavemente y fui tirando. Se
deslizaba son delicadeza, saliendo de mi cuenca ocular. Mi sensación de alivio
disminuía a media que, pese a llevar unos segundos extrayendo, no parecía que
terminara de sacármelo del todo. Empecé a impacientarme e incrementé la marcha,
pero no aquello no tenía fin. Tras minutos tirando de aquello, generando un montón
en el suelo, logré sacarlo todo. Perdí la vista durante unos segundos y cuando
la recuperé vi como del montón se alzaba una silueta. Era yo, pero no tenia
ojos. Me cogió los míos.
Jose Manuel Del Salto Miró
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