Todos los días en la misma
plaza, junto a la misma farola, el mimo ejecutaba para los transeúntes que
tenían a bien detenerse un instante, su número de hombre atrapado en una caja
invisible. Todos los días desde hacía más de seis meses y aún no habían conseguido
comprenderse el artista callejero y su público. Los paseantes no comprendían
que repitiera, día tras día y mes tras mes, el mismo espectáculo tan clásico y
manido en el repertorio de cualquier virtuoso de la mímica. El mimo no
comprendía que viéndole sufrir, durante todo ese tiempo, intentando
desesperadamente encontrar la salida de la caja, ninguno de los que le
contemplaba le ayudara a salir.
Felisa
Bisbal Molina
Felisa, has conseguido con brevedad y belleza, darnos un toque a las conciencias. Felicidades.
ResponderEliminarMuchisimas gracias.
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