El protagonista de lo que
después se conoció como "La noche del "bip"" es un
gigantesco radiotelescopio situado a 3000 metros de altura con el que se puede
investigar lejanas estrellas, y que capta las ondas radioeléctricas que emiten
todos los cuerpos celestes. Todo ese caudal de datos se monitoriza desde una
pequeña oficina llena de todo tipo de cachivaches electrónicos. La noche en la
que todo ocurrió, detrás de una pantalla de ordenador, estaba un solitario
técnico.
El hombre odiaba ese turno
porque solo oía los ruidos que hacía el teclado del monitor que tenía delante
de sus ojos y con el que iba comprobando los datos que recibía la gigantesca
antena. Después de varias horas el técnico empezó a bostezar. Y poco después,
sus ojos amenazaron con cerrarse de manera súbita. Pero en ese momento
fatídico, recordó que tal vez podría utilizar la señal wifi de las
instalaciones para conectarse a Internet. De esta manera podría jugar a
"Frutas & Bolas" el juego que estaba haciendo furor en medio planeta.
En pocos segundos el técnico
se sumergió en un hipnótico mundo virtual donde la destrucción de todo tipo de
frutas se premiaba con miles de puntos. Después de un buen rato, el hombre se
olvidó por completo que estaba al cargo de la vigilancia nocturna de un programa
de radioescucha donde se podían recibir posibles mensajes extraterrestres.
En plena madrugada y sin
ningún tipo de aviso previo se oyó un sonoro "bip" pero el técnico no
levantó la cabeza de su teléfono móvil. Segundos después se oyó otro
"bip". Esta vez el hombre hizo el ademán de alzar su mirada de la
pantalla pero como consiguió pasar en ese momento de nivel, su atención siguió
con el juego. Un tercero, un cuarto y un quinto "bip" hicieron que el
técnico alzara sus cejas, pero no pasó de este gesto porque estaba a punto de
batir su propio record personal en el juego.
Los insistentes
"bips" procedían de una pantalla cercana a él en la que se podía leer
el siguiente mensaje: "Contacto positivo". El técnico miró su reloj y
se dio cuenta de que faltaba poco para su relevo. Si se daba prisa todavía
podía pasar de nivel.
Mario Reyes Villuendas
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