Se
despertó sobresaltado bien entrada la madrugada. Un murmullo insistente
quebraba la calma de la casa recién alquilada. Provenía de la habitación
contigua. Alarmado, aguzó el oído sin poder identificar el origen del ruido.
Armándose de valor, salió al pasillo y con tiento llegó al dormitorio
adyacente. Entró y prendió la luz. Los alaridos desgarradores emanaban del
viejo armario estilo francés. Aterrado, colocó su mano trémula en el pomo de la
puerta y, con decisión, la abrió. Hoy la residencia guarda silencio a la espera
de nuevos inquilinos.
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Nicolás Jarque Alegre
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