Mi hermano despierta y se concentra
en sembrar el caos en la mansión. Las luces de la casa fluctúan
intermitentemente. Un par de jarrones y una percha vuelan empujados por la
furia incontenible de mi gemelo. A mí no me agrada lo que está haciendo, pero
estoy aburrido y decido colaborar con él. Observo una pieza de cristal de bella
factura demasiado valiosa para ser destruida, pero, en su lugar, destruyo un
par de vasos rayados por el uso excesivo. No asusto a nadie, no tengo talento
para ello. En cambio, mi hermano posee un alma destructiva y, con su
devastadora fuerza, empuja al abismo la figura que yo había indultado. Además,
un i-phone termina desintegrado contra la pared. Los propietarios de la casa
despiertan y salen al pasillo a comprobar qué ocurre. El marido se acerca a los
restos metálicos y suspira con alivio:
— !Menos mal! Es el tuyo, cari.
— ¡Serás cabrón!— replica su esposa aunque refrena
su insulto al observar un objeto encima de la chaqueta de él, junto a la percha
caída— ¿Con qué fulana usas esos
condones? ¡Yo estoy operada!
La pelea
doméstica se ve truncada porque mi hermano decide entrar en el cuarto de los
niños a terminar su poltergeist particular.
— ¡A los pequeños no! — grito, pero no logro frenarlo. A este
lado de la realidad, él es más fuerte. Los niños aúllan de terror al ser
despertados por el fantasma fuera de sí en que se ha convertido mi hermano. La
familia al completo huye despavorida de la mansión.
— ¿Por qué
tengo que aguantar esto?— me lamento—. Yo fui feliz
durante mi vida, incluso teniendo que convivir con mi deforme y enajenado
hermano siamés pegado a mi cuerpo hasta que ambos fallecimos en la operación de
separación. No merecía quedar enganchado a su alma para siempre.
Datos
personales del autor:
Nombre: Francisco José
Plana Estruch
No hay comentarios:
Publicar un comentario