Cruzó con sigilo la puerta entreabierta, el siniestro
temblor se repetía cada veinte segundos. Paso a paso se escindían los límites
de la realidad dando paso a un mundo desconocido que emergía de las tinieblas a
las que él mismo había abierto la puerta. Sintió una punzada de pánico en el
corazón, se vio reflejado en paneles de cristal, que le devolvían reflejos
rojizos que le herían las pupilas.
¿Dónde estaba?, el temblor era cada vez más insistente,
aquel mundo parecía derrumbarse, los cristales se astillaban y él no tenía un
asidero que le devolverá a su vida, la puerta había desaparecido, estaba
encerrado.
Ese era su mundo, un mundo tenebroso que deglutía su alma,
se movió inquieto, el sudor perlaba su frente, los rayos rojizos entraron a
través de los visillos de su habitación y se despertó sobresaltado, había
logrado escapar de él mismo.
Antonia Mora Vico
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