Durante un año he disfrutado de las mejores vistas de
Manhattan, pero la polución ha agravado mis problemas respiratorios, así que el
médico me ha recomendado un cambio de aires. Solicito a mi asistente que
desembale el regalo de cumpleaños enviado por mis hijos, mientras observo por
última vez el perfil de Nueva York con lágrimas en los ojos. Me despido del
rascacielos Chrysler, del Citigroup Center y, por último lugar, de mi querido
Empire State Building. Trago saliva y comienzo por lo fácil. Despedazo el
Central Park, cuyo lago rodeado de vegetación controlada nunca acabó por
cautivarme del todo, y destruyo el cielo invadido por el smog. Dispondré de
tiempo de sobra para disfrutar de bosques auténticos y respirar aire puro durante
el próximo año, cuando acabe de montar mi nuevo puzzle de veinticuatro mil
piezas de los Alpes Suizos.
Alejandro Darias Mateos
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