Salí del local con el nuevo software chino de tatuaje instalado
en el brazo. Se controlaba desde una uña del dedo, que hacía las veces de
pantalla táctil. Lo encendí. Al instante, el increíble tatuaje de un marinero
apareció impreso en mi hombro. ¡Brutal! El realismo del diseño en 3D era
enorme. Fui raudo a enseñárselo a mi novia. Le gustó. Me sonreía. Pero de
pronto se puso pálida. El tatuaje se había bajado los pantalones y se estaba
masturbando. ¡El puto marinero incluso gemía! Ana salió corriendo,
insultándome. Decidí devolver el tatuaje. A mitad de camino, un individuo mal
encarado se acercó y me amenazó con una navaja. Pensé en salir corriendo pero,
de repente, oí un disparo y el ladronzuelo cayó abatido al suelo. El marinero
empezó a reír, con la pistola aún humeante en su mano y los pantalones en el
suelo. La otra pistola también colgaba pero estaba descargada. Salí corriendo.
¿Cómo iba a explicar esto?
FRANCISCO JOSÉ PLANA ESTRUCH
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