Tom Gibson siempre había sido frío. En el colegio, era el
único niño que no jugaba con los demás en los recreos, limitándose a mirar a
sus compañeros con ojos fríos y gesto desinteresado, mientras sus profesores
criticaban sus malas notas y le decían que nunca llegaría a nada. En los
institutos en los que estudió, aprendió a relacionarse y hasta conoció a una
chica, Cindy Hight, a la que le gustaba, aunque fuese tan frío. En cierto
sentido, había intentado recrear aquella adolescente en todas las mujeres que
había conocido después, sin éxito ninguno a pesar de todos sus esfuerzos.
Toda su frialdad desapareció tras dos años en el corredor de la muerte, cuando reconoció aterrorizado a Cindy entre el público. Antes de que pudiera gritar, el verdugo activó la silla eléctrica; lo último que vio en vida fue aquel espectro frente a él, con sus fauces abiertas. El resto de sus numerosas víctimas vino después.
Toda su frialdad desapareció tras dos años en el corredor de la muerte, cuando reconoció aterrorizado a Cindy entre el público. Antes de que pudiera gritar, el verdugo activó la silla eléctrica; lo último que vio en vida fue aquel espectro frente a él, con sus fauces abiertas. El resto de sus numerosas víctimas vino después.
Miguel Ángel Alonso Pulido
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