EL BLOG DE LAS JORNADAS

miércoles, 21 de octubre de 2015

36. EL FACTOR COMUNICACIÓN, MARI CARMEN CABALLERO ÁLVAREZ

Sorprendidos en la dantesca  hecatombe terrestre, después de la diáspora aún no habían puesto nombre al planeta anfitrión. Allí, enfrentados a tantas lenguas  había que hacer algo para asegurar la supervivencia de la raza y crear un hábitat acomodaticio y civilizado. La creatividad pronunció la última palabra. Ellos, la obra cumbre de la creación cosmológica, manipularon el tiempo fabricándolo y almacenándolo en las recién descubiertas dimensiones alternativas. Desencriptados ciertos frescos celestiales, hallaron respuesta a numerosos interrogantes sobre los orígenes de la humanidad.  Al gravitar aprovechaban, incluso, los recursos fisiológicos humanos de naturaleza muerta. Deposición tras deposición crearon un conjunto arquitectónico en el asentamiento sideral. Y a  la sede, naturalmente cincelada al chantilly  excrementicio, la llamaron Etemenanki II.Y en ella lograron un idioma universal.

 Mari Carmen Caballero Álvarez

35. HUÉRFANA, por NICOLÁS JARQUE ALEGRE


Prometió en innumerables ocasiones que jamás bajaría al sótano, pero ahora que su abuela querida ha muerto, saciará su curiosidad. Coloca su mano trémula en la puerta y abre. Asustada, desciende a oscuras las escaleras y, debajo de un ventanuco iluminado, dos raquíticos encadenados, al descubrirla, le gritan: «¡Hija!».

Nicolás Jarque Alegre


34. DOS EN UNO – DE INMACULADA CASADO


Tic-tac  tic-tac el reloj se balanceaba, llegaba su gran hora, se ahogaba en su propia saliva, iban pasando imágenes turbias de momentos cruciales mientras una tumba vacía le invocaba, escupía sangre de sus días pasados, le tocaban manos, lo vestían y peinaban y se iba haciendo la nada en un cerebro que cada vez mas se llenaba de ausencias.
No quería pero se estaba emborrachando de una oscuridad atrayente que se le comía las entrañas mientras gemían sus manos queriendo abrazar su cuerpo, temblaba mientras se sentía barrido entre la nada inmunda de un tiempo que había terminado y sentía que su figura iba desapareciendo, quería escaparse pero su cuerpo estaba pegado a unas sabanas sudadas, temblaba, se palpaba aterrorizado sintiendo como se iba alejando de si.  Se despertó la camisa de fuerza abrazaba su cuerpo y unas batas blancas le clavaron una jeringa y se introdujo en su sueño mientras su pelo le murmuraba al oído "estas muerto" y su saliva contestaba, no no estas muerto,  porque el mal nunca muere.


Inmaculada Casado Carrión 

33. "NEGLIGENTE", por RUBÉN IBÁÑEZ GONZÁLEZ

―Si alguien tiene algo que decir, que hable ahora o calle para siempre.
En mala hora se le ocurrió soltar aquella gracia. En su defensa habría que decir que estaba solo, cansado y que odiaba ese trabajo. Más que una ofensa, lo que pretendía era infundirse ánimos para seguir con su labor.
Pero resultó que sí había alguien que parecía dispuesto a hablar. Más de uno, de hecho. Respondieron a sus palabras con gruñidos primitivos y arremolinándose burdamente, intentando salir.
La presteza con la que el sepulturero cubrió con cal viva la fosa común fue algo sin duda inusitado. La eficacia del trabajo, por el contrario, dejó mucho que desear, para desgracia de todos.



RUBÉN IBÁÑEZ GONZÁLEZ

32. FREAK SHOW, por SERGI CAMBRILS

 Al caerse mis dientes de leche los nuevos que se formaron fueron todo muelas. Ni incisivos ni caninos ni premolares. Se configuró una dentadura descomunal de treinta y dos anchas coronas que molían y machacaban cualquier cosa. A la hora de comer me llamaban “la apisonadora” porque ni cortaba ni desgarraba; solo trituraba alimentos. Era un monstruo con sonrisa de caballo, la atracción de feria de todos y el motivo por el que llenaban su boca de improperios para provocar mi llanto. Arrinconado en una esquina e incapaz de contenerme, conseguían hacerme llorar desconsoladamente, y descubrían fascinados el verdadero espectáculo que suponía presenciar cómo brotaban lágrimas de gelatina de mi único ojo.


Sergi Cambrils Caspe

31. Las lágrimas del cazador, por Fedra Marcús Broncano

Eras una Diosa, ahora eres una estatua, con tu dignidad intacta.
Nunca descendiste  a la tierra donde yo sufría. No me diste ese consuelo.
Mientras duró nuestra historia, jamás conseguí una mirada, una sonrisa,  siquiera ver miedo en esos ojos verdes que veneraba. Cuando llegaba el momento los cerrabas con fuerza, dejando mi mundo a oscuras sin su luz. 
Ahora estás ahí, silenciosa y helada. Veteada en púrpura tu cara hermosa de náyade dormida.
Te llevo a la bañera, no pesas, pero siento que mis fuerzas son insuficientes. Es el peso de mi culpa el que me aplasta.
Limpio tu pelo ensangrentado, beso tus párpados vacíos y miro las esmeraldas de tus ojos, preservada su luz eternamente en el frasco número trece. Te descuartizo. Lloro tu pérdida, te odio, te amaba. Hoy volveré a cazar.


Fedra Marcús Broncano.

30. Real pesadilla. Mª José Fernández Sánchez.

Me despierto pensando que mis sueños están siendo una auténtica pesadilla, que tan sólo la realidad puede serenarme. Sin embargo, cada vez que he abierto los ojos,  el mundo ha empeorado gravemente; por eso necesito regresar a ellos cuanto antes: "¡Dios mío el mundo se ha vuelto más loco que nunca!" –me asalta una y otra vez ese pensar–; y, decididamente, intento regresar al sueño; no obstante, me despido de la vida por si no vuelvo a despertar: "Nos veremos en la Eternidad."

Mª José Fernández Sánchez

29. EL ARCÓN, por NICOLÁS MEGÍAS BERDONCE

En el año 2600 el mundo vivía una segunda Edad Media tras el cataclismo que acabó con la mayoría de la civilización humana en el año 2090.

Los pocos supervivientes de la devastación lograron mantener la especie humana viviendo en cuevas y grutas subterráneas hasta que salieron a la superficie para construir de nuevo pequeñas villas.

Fue en una de las excavaciones para buscar material donde encontraron un arcón. Este, se abrió en presencia del Señor de la villa, que era el único que dominaba la lengua antigua.

Al ver que el arcón contenía varias obras importantes de la literatura universal, el Señor los volvió a meter dentro, lo cerró y lo maldijo evitando que así nadie de sus súbditos se atreviera de nuevo abrirlo ya que tenía constancia por otros escritos encontrados previamente que la cultura podía arrebatarle el poder.


Nombre: Nicolás Megías Berdonce



28. EL DESCUBRIMIENTO, por SILVIA ASENSIO GARCÍA

Fue en aquella primavera cuando desperté del letargo. Abrí y cerré los ojos varias veces dejándolos abiertos al fin. Giré la cabeza de un lado a otro de forma mecánica. Alguien estaba hurgando en mi espalda.
Mis brazos y mis piernas se movieron. Di unos cuantos pasos vacilantes. Me colocaron en la estantería con las demás y descubrí con horror que solo era una muñeca.


Silvia Asensio García

27. EL MIMO, FELISA BISBAL

Todos los días en la misma plaza, junto a la misma farola, el mimo ejecutaba para los transeúntes que tenían a bien detenerse un instante, su número de hombre atrapado en una caja invisible. Todos los días desde hacía más de seis meses y aún no habían conseguido comprenderse el artista callejero y su público. Los paseantes no comprendían que repitiera, día tras día y mes tras mes, el mismo espectáculo tan clásico y manido en el repertorio de cualquier virtuoso de la mímica. El mimo no comprendía que viéndole sufrir, durante todo ese tiempo, intentando desesperadamente encontrar la salida de la caja, ninguno de los que le contemplaba le ayudara a salir.


Felisa Bisbal Molina

26. DE PATA NEGRA, por LARA CARRASCO PÉREZ

Ya se contempla nuestro destino. El autobús aplaude, les hace mucha ilusión salir de excursión. A mí nunca me han gustado los viajes del imserso. ¡Con lo a gusto que estoy yo en mi residencia sin nada que hacer! ¿No se trata de eso la vejez? Pues se empeñan en que tenemos que hacer actividades… Paramos y comenzamos a bajar ayudados de dos cuidadores. Nos han traído a mitad de la sierra, a disfrutar de la naturaleza dicen. ¿Y por qué nos hacen atravesar esta alambrada? ¿Y por qué nos empujan con impaciencia hasta que estamos todos dentro, cerrando la puerta para quedarse ellos fuera? El cartel reza "Reinserción del lince ibérico", y los linces no se hacen esperar. Deben de estar hambrientos. Todos gritan pero yo me giro para mirar a los cuidadores traicioneros. Pensarán que somos un plato apetitoso y fácil de cazar. Y mientras ellos se quedan ahí de pie contemplando el morboso espectáculo.

Lara Carrasco Pérez

25. EL HILO DE LA VIDA, por JM DEL SALTO

El ojo derecho me estaba matando, así que me levanté de la cama. De camino al baño no dejaba de frotármelo. Estaba húmedo e irritado. Al llegar me miré en el espejo. En un principio pensé que se trataba de una legaña o alguna pestaña, pero era otra cosa. Tenía una textura mucosa pero era firme y oscuro. Con cuidado lo cogí, usando la punta de los dedos para extraerlo suavemente y fui tirando. Se deslizaba son delicadeza, saliendo de mi cuenca ocular. Mi sensación de alivio disminuía a media que, pese a llevar unos segundos extrayendo, no parecía que terminara de sacármelo del todo. Empecé a impacientarme e incrementé la marcha, pero no aquello no tenía fin. Tras minutos tirando de aquello, generando un montón en el suelo, logré sacarlo todo. Perdí la vista durante unos segundos y cuando la recuperé vi como del montón se alzaba una silueta. Era yo, pero no tenia ojos. Me cogió los míos.



Jose Manuel Del Salto Miró

24. NUMEN, por DAVID GÓMEZ LÓPEZ


Hace ya un tiempo, cada vez que me siento a escribir y me sobreviene el miedo ante el papel en blanco, un extraño aparece entre las sombras para observarme en silencio desde la puerta de mi cuarto. No es hombre ni mujer, y sí pálido, delgado y de trazada borrosa; por su aspecto da la impresión de estar al borde de la muerte, o de volver de ella. He de reconocer que al principio me aterraban sus irrupciones, tan inesperadas como inquietantes, pero uno se acaba acostumbrando a su queda presencia, a su vigilancia al amparo de la oscuridad. No ceso de preguntarme si se trata de una alucinación destinada a rellenar los huecos que de mi narración se desprenden, o quizá la visita de un recuerdo liberado en otra noche lóbrega y cansada; si mensajero que los abismos envían para revelarme mi locura, o guardián inmóvil de mi horror a la nada. Todas las noches temo que mañana él también me abandone.  



David Gómez López

23. Carnívoros, por Antonio Ávila Calmaestra

Su instinto le advierte de que pronto van a hacerle daño y se revuelve, intentando zafarse de las ataduras. En el fondo, sabe que sus esfuerzos son inútiles y cuando ve acercarse al que presiente que será su ejecutor, emite un chillido largo y agudo, y se orina en el suelo de la jaula, aterrorizado.
El carnicero, inconmovible, lo coge por las patas, lo eleva a pulso, y le asesta un golpe en la nuca que lo mata en el acto. Después, le saca un ojo para que se desangre. Una vez despellejado, el cadáver estará toda la noche a la intemperie, colgado de un gancho, para que su carne se oree. Al día siguiente, tras el despiece, las mujeres lo cocinarán.
Fuera, mientras los tres soles se ponen en el horizonte, el hijo del matarife llora. Siempre acababa encariñándose de esos pequeños y adorables humanos. Aunque luego se le pasa. Sobre todo las crías, están tan sabrosas...

 Antonio Ávila Calmaestra

22. PIEL UTÓPICA, por TONI MASCARELL TORRES

Cada vez necesito más colágeno para que no se me estríe la tumefacta piel con el paso de los años, y así, en las noches de luna llena, poder ser la Náyade que antaño, la que controlaba a un ejército de pirañas al que todos temían. Pero la estación lluviosa ha triplicado el caudal del lago, y los centauros que antes me traían esclavos para extirparles los genitales y así obtener mi fuente de colágeno, ahora siguen su periplo hacia Tierra Crepuscular, buscando asilo de las lluvias. Mis fuerzas empiezan a menguar ante la falta de alimento, y ahora, ni ante las amenazas de que acabarán como alimento de mis peces, se mueven los eunucos; y, mientras compruebo como las ninfas más jóvenes se susurran al oído en las horas baldías, empiezo a temer por mi cabeza, la que subirá al trono a una de ellas. Quizás, con la ayuda de la bruja del Monte Serpenteante, pueda mudarme en Naga y deshacerme de esta piel que habito.
   
Antonio Mascarell Torres

21. "Vida digital", Ángel Revuelta Pérez

Sigo atrapado aquí dentro, sin atisbar una solución. Lo cual, paradójicamente, no deja de ser una constatación de mi éxito. Años de trabajo e investigación, de descarnadas luchas con el hardware y de agotadores rompecabezas con el software me han llevado justo a este punto. Mi búsqueda de creación de inteligencia artificial, en apariencia culminada, tropezaba una y otra vez con el mismo obstáculo: la carencia de la… ¿chispa de la vida? ¿Qué fallaba? ¿Cuál era la última incógnita de la ecuación que no lograba despejar? Y al fin la respuesta: descargar mi consciencia en el servidor. ¡Eureka! Todo un éxito. Sí… excesivo: ahora mi cuerpo inerte descansa sobre una camilla y mi mente no halla un puerto de salida.

Ángel Revuelta Pérez

20. EL TRATO, VICTOR MANUEL RUBIO BUDIA

Al frotarse la cara su piel comenzó a desprenderse. Reflejado en el metálico servilletero, distinguió un escamado rostro. Tembloroso, guardaba los trozos de epidermis en la taza como si nadie fuera a notarlo. Su enérgico brazo desencajó la puerta y el sol le abrasó. Deseó estar al final de la avenida, lejos de las horrorizadas miradas, y en dos segundos estaba allí. Quiso estar en aquellas montañas nevadas, donde apareció al instante. El hielo calmó el dolor, pero su piel ya caía convertida en polvo. Largas uñas azabache afilaban sus dedos cubiertos por escamas carmesí. Percibió un río subterráneo, a varios kilómetros, y quiso morir ahogado. La convección del agua helada aplacó su calor y sintió que la vida se le escapaba. Envidió el calor del sol en la lejanía, y pudo ver la tierra desde miles de kilómetros. Sollozando, anheló estar en casa, y se miró al espejo. Su silueta humana permanecía, pero no así su alma.

Víctor Manuel Rubio Budia

19. LA VIAJERA DEL TIEMPO. Mª CARMEN CASTILLO PEÑARROCHA

Disfrutó recorriendo las calles de su infancia. Aquellos aromas, los colores y sonidos, nada tenían que ver con el mundo actual. Tuvo mucho cuidado de no interferir en los acontecimientos de aquel día, para no provocar ninguna repercusión traumática en la linea espacio-temporal. Conocía las prohibiciones implícitas en el contrato. Ella misma las había redactado para su obligado cumplimiento cuando legalizaron su máquina del tiempo.
Controló todo perfectamente hasta que, cerca de su antiguo colegio, distinguió a una niña de cabello revuelto, caminando con la mirada perdida en el vacío y la única compañía de sus libros. Entonces sintió la fuerte tentación de ofrecerle un par de buenos consejos para mejorar su vida gris.
Se contuvo con gran esfuerzo, pero no pudo evitar sonreír a la niña que un día fue, con un toque de ternura y una gran nostalgia que empañó sus ojos, habitualmente fríos. Notó un leve gesto de extrañeza en aquella niña, pero no le dio mayor importancia.
Cuando regresó al presente, todo su mundo había cambiado..."



Un saludo.


Mª Carmen Castillo Peñarrocha.

18. LA RED , AUTOR BEGOÑA PASALODOS


Lunes, 14 de septiembre . Mi cibernovio me acosa, quiere cibersexo, no estoy de humor. Mis amigas virtuales no paran de abrirme chats.  He hecho la compra en el supermercado online. He revisado la casa por las cámaras, alimentado al perro a base de teclado y sigo con  la rutina diaria: mis cuentas bancarias son electrónicas, las consulto. Emito unos pagos, todo está en orden. Entro a la video cam de la guardería: los gemelos corretean por la clase. Hasta la tarde no vuelven. Busco una web de vacaciones: holidayintro.com. Por 25€, encuentro una hora de evasión. Pago con pay pal. La web sube mis pensamientos a la nube y me quedo vacía. Me siento envuelta en una telaraña  tejida lentamente. Mis dedos están viscosos y mi cerebro burbujeante. No me puedo escabullir. Atrapada en la red, llamémosla,  internet. Deshumanizada. Sin vida.

Begoña Pasalodos

17. El anhelo del no, por Juan Antonio Barroso Campón

Sentado en la insufrible piedra uranita, se preguntaba qué demonios hacía allí. Él, que nunca se había presentado voluntario a nada, se vio obligado a seguir a su mujer.
Hijo, esa mujer será tu perdición. ¡Cuánta razón tenía su madre!
Y luego estaba lo de la carrera espacial. A los marcianos les entraron las prisas y querían ser los primeros en plantar la bandera en cualquier pedrusco. ¡No les importaba lo pírricas que fueran las conquistas!
Al final, el choque de la nave con los malditos terrícolas a la altura de Júpiter y la excusa de la crisis, lo dejaron en un planeta con el único traje para toda la tripulación.
Menos mal que le quedaba el consuelo de ver morir a todos los demás.

Juan Antonio Barroso Campón

16. Ella, por Amparo Montejano Sampedro

Siento una llama dentro del fatuo corazón, callado cruzo y sueño, perdido en el rincón; detrás de mí, está el fuego…Sé que alimentas el odio y lo rellenas de cólera y escarcha de ira… ¡No muevas los hilos de las tinieblas!...porque sé que gobiernas a los títeres sin cabeza…del mundo.
 ¡Oíd, pueblo! ¡Oíd la Muerte! que llega... ¡Cerrad, cerradlo todo!...Apagad las luces, ¡escondeos!...Llega y llega matando. ¡No le abráis!...Os conoce. Conoce vuestras caras y nombres, a vuestras mujeres e hijos… ¿Dejaos morir? ¿Para qué?... ¡Huid! ¡Huid presto!...El escape es la salida…Ya viene…Ya la oigo…Schusssss ¡escuchad! ¿La oís conmigo?...No os mováis y se irá. Que nadie hable ni respire… ¡Que callen el llanto de aquel niño! o ella…lo callará. Ya se marchó…Pero volverá…algún día…y nadie podrá detenerla.

Nombre del autor: Amparo Montejano Sampedro.