31 de Febrero
Es 29 de febrero. Es el cumpleaños  de M.J. y está especialmente contenta porque se estrena en su nuevo trabajo de  administrativa. La conducen hasta su nuevo despacho; ella sonríe a todo el que  se cruza pero nadie le devuelve la sonrisa, están muy atareados. Este día solo  recibe formularios ejemplarizantes para que los estudie. Los sabe porque están  fechados el 31 de febrero, además son licencias de actividad muy absurdas.
Es 30 de  febrero. Eso indica el calendario de su mesa de trabajo. M.J. cree que es una  novatada. Pero no lo es; nadie la mira en la oficina, nadie sonríe. Es la broma  más estúpida del mundo. Sin avisar, alguien que dice ser un instructor se mete  en su despacho. Él le confirma que la fecha es correcta y le cuenta una  historia que ella no puede creer. Después le entrega un grueso dossier con su  tarea para mañana.
Es 31 de  febrero. Hoy, igual que ayer, es un día real que solo pueden sentir unos pocos  por haber nacido en un día que solo ocurre cada cuatro años. Para el resto de  la humanidad no existe. La realidad se detiene durante cuarenta y ocho horas;  ni los astros se mueven. M.J. escucha música por los auriculares, pues el  silencio absoluto es espeluznante. Se dirige hacia una instalación militar  secreta. Entrar es fácil cuando todo está quieto. Modifica los archivos de  defensa. Otros como ella están haciendo lo mismo, en este instante, en otras  dependencias militares del planeta. Y hay más ocupándose de reacondicionar la  realidad, eliminando y colocando elementos, para que todo se adapte a los  nuevos planes. 
Es 1 de marzo.  Amanece un nuevo orden mundial encubierto. Viejas tendencias caen, nuevos  valores se crean, nuevas guerras aparecen y otras se desvanecen;  un virus inocuo que infecta las mentes de la  humanidad cada cuatro años. M.J., en su oficina, lee un memorándum en el que se  felicita a los agentes por la labor realizada. Piensa en ese gobierno en la  sombra, ahora ella forma parte de él. No sabe cómo sentirse. ¿Sucia?  ¿Afortunada? ¿Culpable? ¿Feliz? Da igual, no puede contárselo a nadie.
Pere J. Martínez Marqués
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